NUESTRO VIEJO BEAT
Con motivo de un trabajo de investigación en desarrollo vinculado a un grupo de cantautores argentinos, -a comienzos de 1970-, mi memoria recupero algunas viejas escuchas de la otrora música beat, aquel subgénero musical del pop que, rara vez y con vergüenza, suele desempolvarse acaso por temor al juicio inapelable de infalibles detractores. Quizás sea tiempo de aventar prejuicios y disponerse a una justa y necesaria revisión de su historia tendiente a desmitificar
leyendas sobre sus orígenes y desarrollo erigidas al solo efecto de reducirlo a la intrascendencia.
En varios testimonios recogidos para contextualizar el trabajo, resultó llamativo no localizar registros de una escucha de música beat siendo que la misma, a principios de la década del ‘70, gozaba de amplia difusión en radios, cine y televisión, sobresaliendo además, en compilados diversos comercializados por las grandes discográficas de la época: CBS, RCA VICTOR y EMIODEON. Por el contrario, los ejemplos que denotan una mayor presencia en la escucha están
referidos a Manal, Almendra, Vox Dei o Sui Generis por mencionar a los más destacados. Esta verificación, -a lo largo de más de 50 años- abre un interrogante: ¿Acaso fracaso la estandarización del gusto pergeñada por el andamiaje que montaran las grandes discográficas con la valiosa ayuda de los medios masivos de comunicación buscando imponer el hit de moda?.
La vacancia temática sobre el beat argentino es una deuda presente sobre su música y líricas que no admite el olvido ni la subestimación, a su vez, deviene precipitado eludir el contexto en el que se manifiesta apelando a simples prejuicios. Se torna imprescindible indagar con mayor profundidad en la etapa para iluminar esos lugares inexplorados o soslayados por el simple oportunismo o los posicionamientos de ocasión como la rancia polémica sobre su catalogación “comercial”, contrapuesta al género “progresivo”, que supo anidar en el imaginario social de la época,
a raíz de la divisoria de aguas que propugnaran tanto la revista Pelo como Agarrate, el libro inaugural publicado en 1970 por editorial Galerna que recoge testimonios de la música joven en Argentina.
En relación al precitado interrogante, una hipótesis preliminar reconoce una victoria a la estrategia impulsada por Pelo cuando en su primer editorial de febrero de 1970 traza la frontera entre el pop y la denominada música “mersa” o comercial.1 El entorno constituye un factor trascendental ya que la música logra concitar la atención del mercado en un mundo donde la juventud es visualizada como potencial consumidora de bienes culturales. Una pléyade de sellos, productores, representantes artísticos, medios especializados y estudios de grabación se ponen a disposición para satisfacer la avidez de grupos de música joven que buscan emular a sus admirados Beatles.
El contexto político en el que surge nuestro beat, bajo el imperio del Onganiato, exhibe un férreo contralor sobre las manifestaciones artísticas, fundamentalmente en aquellas que exteriorizan temáticas de protesta; sin embargo, ello no es óbice para que grupos que transitan otras búsquedas poético-musicales como Manal, Almendra o Los Gatos –en su etapa finalgraben y editen sus obras sin mayores sobresaltos. Para entonces, se evidencia la necesidad de generar un espacio de gusto musical sobre un sector juvenil apelando al baile como disfrute. El beat como estilo musical no es responsable de maniobra alguna, en todo caso, reviste un componente de frivolidad que acumula críticas debido a la facilidad con la que surgen grupos que se arman y desarman de la noche a la mañana como aseguran los textos de Agarrate. La ausencia de un manifiesto beat que enuncie algo más que un goce temporario, y el mote de
“complaciente” con que se lo tilda, al adjudicársele obrar como herramienta de distracción juvenil, no representa un conflicto para los sellos dispuestos a seguir financiando sus producciones; en todo caso, el impedimento lo padece el rock progresivo inicial que busca diferenciarse y cuyos grupos son desmerecidos a la hora de exponer sus propuestas artísticas.
2 En mi opinión, esta rivalidad que algunos medios como Pelo fomentaron entre música complaciente y progresiva instaló una polémica yerma e inconducente a los fines de forjar el gusto musical en la juventud.
Sin perjuicio del empuje inaugural que la denominada música complaciente recibe del
conglomerado discográfico, la música progresiva consolidará su audiencia a pesar de la
discrepancia estimulada por algunos medios y periodistas.
1
.-Lo progresivo, de protesta y combativo era el rock nacional, mientras que lo beat era lo llamado complaciente y comercial. Ni una cosa ni la otra, había buena y mala música como ahora, pero los encasillamientos en la mayoría de los casos los pone el periodismo CRIS MANZANO – MÚSICA BEAT: UNA GENERACIÓN MUSICAL OLVIDADA – EL LITORAL.COM – 30-11-2002
2
Su voluntad de grabar sus propias canciones, de tener potestad sobre las letras y la duración de las canciones, de componer sus propias melodías y de cantar rock en castellano constituía una rareza en la industria juvenil local. Por esto, durante los primeros años, estos jóvenes quedaron relativamente marginados del gran mercado. Aunque editaron sus primeras canciones en las grandes discográficas y participaron
de las pruebas de “talentos musicales” que estas empresas convocaban, la producción, el consumo y la circulación de su música quedaron restringidos a un público reducido de espectadores y músicos, difícilmente diferenciables entre sí. ANA SANCHEZ TROLLIET – YO ME IRÉ A NAUFRAGAR –ROCKEROS Y BOHEMIOS EN EL CENTRO PORTEÑO (1965-1970)REGISTROS, MAR DEL PLATA – AÑO 10, N. 11 -UNIVERSIDAD
NACIONAL DE LA PLATA – 2014.
La beatlemanía ejerció un influjo indiscutible en los grupos del beat originario. De alguna manera, Los Gatos –bajo el ascendiente del beat inglés- y La Joven Guardia, -dos casos emblemáticos- fueron nuestros Beatles criollos capturando el frenesí juvenil de la época, y también, oficiando como ejemplos para otros grupos no tan conocidos que buscaban innovar y aportar a la sonoridad en auge. Literalmente, los genios de Liverpool les habían volado la cabeza, y a partir de entonces, nada volvería a ser como antes. La separación en 1970 trajo aparejado el fin de un ciclo, pero dejó plantada la semilla que favoreció la siembra de una musicalidad que modificaría y definiría el gusto de las nuevas generaciones.
En tren de arriesgar hipótesis que siempre habilitan debates, enriquecen polémicas e insinúan nuevas pesquisas, creo que nuestro viejo beat buscó recrear con cierta fidelidad el legado beatle de la primera etapa –ceñido por cierto a las melodías pegadizas de innegable raigambre popularmientras que grupos como Almendra, se inclinan por un sonido disruptivo, más cercano al de la última etapa de Revolver y Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
Una nueva década se avizora poblada de sonidos nuevos y la frontera del gusto comienza a despejarse sin ocultar el desdén y la subestimación por ese beat al que se acusa de anodino sin reparar en sus aportes. Cuando se sostiene la necesidad de resignificar su legado cobra importancia detenerse en algunos grupos silenciados que, en su hora, revelaron su costado más comprometido para luego sucumbir a la trituradora del maistream epocal. Algunos ejemplos dan cuenta de los abordajes laterales del género, por caso, La Joven Guardia supo incursionar en el bautizado “beat de protesta” con temas como “Rajá de acá” o “Los corderos engañados”, que no
vendieron del mismo modo que El extraño del pelo largo o La reina de la canción. Ahora bien, es oportuno resaltar que esas otras canciones cuyas líricas tenían por objeto conectar con un registro de la realidad fueron ninguneadas por la historiografía del rock vernáculo. Enrique Masllorens en una entrevista que le efectuara Diego Fischerman –Página 12 – 25-05-2008, afirma: “La transmisión radial de “Rajá de acá” llegó a prohibirse en Córdoba. Pero, entre los colegas, no hubo ningún registro. Ningún comentario. La Joven Guardia seguía siendo, para siempre, el grupo de “El extraño de
pelo largo”.
La parafernalia desatada por las disqueras en pos de liderar el ranking de ventas explotó el costado más comercial de ciertos grupos obstruyendo los intentos de rastrear otro decir y sonoridad. Otro caso notable es el de Séptima Brigada, cuyas canciones más renombradas -Paco Camorra o Juan Camelo- desplazan (ocultan) la escucha de otras como Señor Brujo con inocultables influencias del Santana de Black Magic Woman, o Mis penas sobre la quena, calificada como latinsoul en la que se destacan el guitarrista Jorge Montes, quien años más tarde formaría Montes
Mahatma; Juan Rodriguez que se integraría a Sui Generis y Diego Chamorro, participe en una de las varias formaciones de La Joven Guardia. En la misma línea, Los Náufragos –con la integración de Pajarito Zaguri- no se quedan atrás con temas como Tendría que insistir, Brillan las estrellas o Hippies y todo el circo, al generar canciones que bucean en una poética que no descuida la mirada sobre el cotidiano, muy a pesar del bombardeo sistemático de sus éxitos más rutilantes.
La obsesión de Pelo por filtrar las impurezas del beat que –en su prédica- no hacían más que contaminar conduciendo la nueva sonoridad a una “inevitable mercantilización musical”, configura
una estrategia principista que busca cerrar filas en la defensa de un estilo musical –la música progresiva o rock progresivo- a sabiendas que la misma solo acotará el universo de lectores a grupos y solistas que, como tales y lo sabemos, no escaparán a la formidable y devoradora maquinaria del negocio musical.
Pese a la persistencia de Pelo, la música beat prosigue su derrotero esparciendo canciones que alcanzan ventas masivas. Aunque debe lidiar con el estigma de la complacencia, no deja de ser una referencia ineludible para un amplio colectivo de jóvenes que la consume y disfruta en el marco de una Argentina bajo libertad vigilada.
En 2017, con motivo de un recital organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires bajo el título de Por ese palpitar, desde el diario Página 12, una nota de Eduardo Fabregat: Shalala, Shalala -29-01-2017 esboza una dura crítica al evento. Sin adentrarme en los aspectos razonables que la nota esgrime –y comparto- en torno a la política cultural del gobierno porteño, prevalece una visión sesgada de la música beat que aviva ese viejo recelo por vincular al género con el divertimento y la banalidad, sorteando otras facetas y sin ahondar en mayores precisiones. El “shalala’ para las “chicas y chicos lindos en boites que estaban en la pomada’’, no se corresponde con la
realidad de la época toda vez que un vasto sector juvenil –sin distinción de clases socialestambién devoraba y disfrutaba esa música hábilmente formateada por las discográficas.
Descontextualizar esa etapa al solo efecto de buscar “la quinta pata del gato” puede derivar en una exégesis que, lejos de postular análisis superadores, termine enrolada en corrientes meramente controversiales.
En otro aspecto, nuestro viejo beat no fue ajeno a los préstamos del tango, y ciertas líricas como El mundo al revés, del grupo Formación 2000, se aventuraron con el lunfardo quizás, para demostrar que no venían a colisionar con la música de los “viejos’’. Algunos integrantes del grupo como Juan “Locomotora” Espósito y Luis Valenti- formarán a principios de los 70 la histórica banda El Reloj, pionera del hard rock sinfónico.
Frente a un panorama complejo, las manifestaciones musicales del beat y del rock progresivo se vuelven ostensibles y modelan el gusto, prueba de ello es el incremento de festivales – Pinap, Beat Baires, Música Beat. Música Jóven- donde se dan cita los nuevos emergentes musicales junto a los ya consagrados, aunque lejos están aún de vincular sus letras en modo testimonial. Hay excepciones puntuales pero aún no abrevan en el rock y como tal son minusvaloradas por la crítica especializada. Un tema del grupo Aspirina, Juan, y otro que interpreta Carlos Bisso, Que difícil es vivir entero, -ganador del Primer Festival de la Canción Argentina para el Mundo- 1970- son
claros ejemplos de otros rastreos por temáticas sociales. Hay demasiados escrúpulos en no aceptar que una canción exitosa puede convertirse en comercial y cambiar la vida de un grupo.
Es una situación que los cazatalentos exploran hasta el hartazgo para sacarle el jugo. Para desterrar la falsa dicotomía entre música comercial y no comercial, estas palabras de Miguel Grinberg contenidas en Agarrate, -en relación a Vox Dei- constituyen un claro ejemplo de lo que se viene exponiendo: “Por su parte, los cuatro reniegan de la música comercializada. Si alguno de sus temas llegara a resultar comercial, mejor. El hecho de que sean responsables no los obliga a tener prejuicios tontos.”
El tiempo evidenció la vigencia de canciones nacidas al calor de los cambios de época. Presente de Vox Dei se erige en uno de los himnos de la canción fogonera y Estoy hecho un demonio, el hit de Safari, no ha resignado el podio en las fiestas de casamiento de varias generaciones. No se trata de confrontar -en pleno siglo XXI- el gusto musical cuyo estudio y consideraciones exceden el marco de esta nota, sino habilitar un ejercicio de memoria activa que permita escrutar el pasado
desde otra perspectiva.
El citado libro fundacional de la música joven en Argentina instaura un paradigma de esa convivencia preliminar entre los grupos ligados al prodigio del beat; la prosa de Agarrate endilga una conducta irreflexiva a los jóvenes músicos que evaden profundizar sus quejas en un contexto que los desampara. No obstante, esos jóvenes, ansiosos de fama, chicas y dinero, no tienen tiempo de ocuparse en proteger su propiedad intelectual ni tampoco renegar de una ideología para favorecer el statu quo de una sociedad que se manifiesta intolerante con su protagonismo.
Para entonces, ya sea mediante la música complaciente o la progresiva, insisten con una sonoridad estandarizada en el primer caso, y exploratoria en el segundo, pero cuando el tiempo se dispone a mensurar ese legado, lo hace desde la trascendencia, quizás la prueba más contundente que hoy exhiben esas canciones.
Un claro ejemplo de la referida convivencia se observa en el cortometraje “Buenos Aires Beat”, de Néstor Cosentino, donde Sabú comparte el escenario junto a Manal, Almendra y Vox Dei.
3 Una voz en off que se escucha al inicio dice: “música beat, bueno si queres podes llamarla música beat, otros también le dicen música progresiva, rock”. En algunos vinilos como Sótano beat a todo calor -1971- parecen Manal y Los Iracundos. La RCA Víctor, pionera en las lides del compilado se anima a reunir –aunque no es lo usual- a los grupos de la entonces denominada música beat, ligados contractualmente al sello; aunque el disco se edita bajo el título Todo el Circo (La “Avanzada del Rock”). Son de la partida, Almendra, Manal, Los Gatos, Arco Iris, Litto Nebbia y el Trío Comunión, éste último, un efímero experimento que ensayan Roque Narvaja, Amadeo Alvarez
(ex Los In) y el Cuervo Tortora (Ex Conexión Nº 5) con dos únicas canciones registradas en este álbum.
Con este breve pantallazo me propuse estimular nuevos sondeos acerca de nuestra música popular evitando la cerrazón mental y el tabú de abordar temáticas que suelen descartarse por irrelevantes. Creo que nuestro viejo beat sufrió el menosprecio de los investigadores que lo anclaron en un tiempo convulsionado donde el curso de la historia marco el devenir del movimiento juvenil predisponiéndolo a incidir y disputar escenarios de hondo dinamismo. Ese clima sociopolítico permeado por la contracultura imperante se topó con los resabios de la Nueva Ola que el beat inicial recogió aunque luego le sumara sus propios retoques.
Para concluir y como un ejercicio retrospectivo o tal vez, una invitación a la nostalgia, les dejo una propuesta: revisar algunas escuchas de nuestro viejo beat –las que prefieran- con el objeto de profundizar estas reflexiones y sumar las suyas para favorecer un intercambio tan enriquecedor como necesario.
Jorge Dossi
3 BUENOS AIRES BEAT, es un cortometraje dirigido por Nestor Cosentino, se filmó en Buenos Aires entre 1969 y 1970, coincidiendo
con el ciclo de conciertos «Beat Baires» realizado por el sello Mandioca y el productor Anibal Gruart en el cine-teatro Coliseo y con otros
recitales al aire libre del mismo periodo. En el film se alternan reportajes y secuencias registradas en esos eventos en los cuales aparecen
los grupos Manal, Almendra y Vox Dei. También se incluyen temas de Sabú, Litto Nebbia y La Barra de Chocolate. Se trata de uno de los
raros y escasos documentos cinematográficos que existen de esa época fundacional del rock argentino.
Facebook
Twitter
Instagram
YouTube
RSS